Un día oí a alguien decir que la felicidad es la ausencia de miedo.

En su momento no lo entendí. A día de hoy he echo mía esa frase y estoy aprendiendo a vivir sin el libro de instrucciones; pues no hay más cojones que vivir improvisando. Quizás la vida sólo sea perseguir instantes que mueren; pero prefiero pensar que la vida son los momentos que mato yo y no los que quemo sin vivir que se quedan en simple anhelo.

T. Briñón